La historia dirá que, aún imperfecto en política, todos quisieron jugar con él
El poder real, con todos sus matices y en todas sus variantes, siempre buscó mucho más que una foto con el "10"

Por Luis Autalan
No hubo excepciones en el campo de juego del poder político y también del real para todos los que pretendieron aparecer junto a Diego Armando Maradona en una foto. La gama abarca desde los gobiernos argentinos, la camorra italiana, príncipes saudies, líderes europeos a religiosos y la lista es interminable, se agiganta ya al compás del mito.
Para lo contemporáneo de la Argentina su debut en Argentinos Juniors tuvo lugar bajo la presidencia del dictador Jorge Rafael Videla, quien lo recibió en la Casa Rosada en 1979 junto a la Selección Juvenil campeona en el Mundial de Japón. Ya en democracia, fue Raúl Alfonsín el que abrió su despacho para homenajear al astro y a los Campeones del Mundo 1986. La tarde/noche donde también cedió el balcón triunfal a quienes consideró “los verdaderos protagonistas de esa gesta”, palabras más palabras menos fue la respuesta del radical cuando, según la leyenda, Diego le dijo que saliera con ellos a celebrar de frente a la Plaza de Mayo.
Bajo el mandato de Carlos Menem hubo tiempos de acercamiento, sonrisas, fricciones y recelo. El punto de inflexión solidaria lo marcó la trágica muerte del hijo del ex presidente en la localidad de Ramallo. Maradona decidió que a él también le correspondía acompañarlo y lo hizo.
A Fernando de la Rúa le abrió crédito por considerarlo “capaz” pero también le pidió públicamente “que se despertara de la siesta” cuando los nubarrones más oscuros sofocaban al país en 2001.
Distancia sin matices respecto a Eduardo Duhalde, a quien lo responsabilizó incluso por los procesos judiciales a su ex manager Guillermo Coppola y el devenir de Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después fueron su almíbar para abrazar al kirchnerismo hasta estos días bajo la gestión de Alberto Fernández.
De 2015 a 2019 batalló contra Mauricio Macri como ya lo había hecho durante los tiempos de furia que ambos, a disgusto expreso, tuvieron que compartir en Boca.
La sintonía “K” llevó a Diego a sentirse a pleno en tiempo y espacio con los años donde Hugo Chávez (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador) y Lula (Brasil) fueron parte de un eje regional desafiante de los Estados Unidos.
Y con el Che Guevara tatuado en su cuerpo la relación con Fidel Castro merece capítulos completos para narrar la idolatría que ambos se profesaron durante la estadía del “10” en Cuba. Habanos, gorras, ron y sonrisas cómplices hablan de aquellos díás.
Pero si se permite un destaque subjetivo a la hora de este semblanteo en tiempos de grietas, vale destacar que la fuerza política de Maradona se gestó a punto cinematográfico lejos de su tierra, en Nápoles. Con el equipo del sur, “los pobres” de la península, desafió y derrotó a la “Alta Italia”, como nunca antes lo había logrado. A punto tal que durante mucho tiempo en el cementerio napolitano una pintada estaba dirigida a quienes descansan allí en paz: “Ustedes no saben lo que se perdieron”.
Ranking de noticias
Opinión

La gira de Guzmán para convencer a los gobernadores de que se ajusten el cinturón
Escrito por
Alejandra Gallo