El cine cumple un siglo y cuarto en la peor crisis de su historia
El 28 de diciembre de 1895, en el Grand Café del Boulevard des Capucines en París, los hermanos Lumière presentaron en una pantalla, ante 33 personas, la primera sesión cinematográfica de la historia. No, nadie se asustó pensando que la locomotora de Llegada del tren a la estación de La Ciotat iba a salir de la pantalla: la gente ya conocía más o menos el juego porque Edison, casi al mismo tiempo, había inventado el kinetoscopio. Pero la cosa es que ese día se cobró entrada, se sentaron juntas varias personas, hubo música de piano. El cine tal como lo conocemos, entero. Ese día fueron 33, se dijo; al otro día, fueron cientos, después miles los que pedían cada vez más y mejores vistas animadas por los Lumière (abajo, ese filme en reconstrucción 4K y con sonido)_
Pasó un siglo y otro cuarto de siglo: es un número quizás no tan glamoroso como "100" o "150", pero sigue más o menos la superstición decimal. Hoy el cine atraviesa el peor de sus momentos. Ni en la Primera ni en la Segunda Guerra Mundial; ni durante la Gran Depresión; ni después del 11/S el cine se había detenido. Las personas no dejaron de ir a las salas; de hecho, en tiempos de mayores penurias económicas y ante la imposibilidad de ahorrar, fueron -lo decía Sergei Einsestein en su texto dedicado a Walt Disney- la provisión de fantasía y esperanza para los desposeídos. Paradójicamente o no, en esos momentos fue cuando más dinero ganó el negocio de sentar a miles frente a la pantalla. Hoy eso parece agonizar. Esta semana se estrenó un mega tanque, Mujer Maravilla 1984, que aspiraba, antes del SarsCov2, a llevarse u$ 1.000 millones como piso. Ganó en los EE.UU. poco más de u$ 19 millones, y es el "mejor estreno" desde que estalló la desgracia global.
¿Sobrevivirá el cine? Las películas sí, volverán. De hecho, siguen ahí, hay muchas. Salvo que para ver desde el sillón con un pago que equivale a entre dos y cinco tickets de pantalla grande. Pero ¿el cine? Caben tres alternativas:
1) Solo habrá unas pocas salas para películas gigantescas, y cada fracaso de una de ellas causará que se hagan menos, hasta que la concentración lleve poco a poco a la extinción. Es un paisaje que podía preverse a largo plazo sin Covid.
2) Habrá salas para películas grandes y medianas, el público -vacuna mediante- volverá, pero el tamaño de la industria exhibidora se reducirá considerablemente.
3) El cine pasará definitivamente al hogar y los espectáculos "de sensaciones" quedarán para los parques temáticos.
La dos es la menos probable. La primera, la de más posibilidades en el corto y mediano plazo. La tercera, mucho nos tememos, es inevitable en pocos años. ¿Qué se perdería si el cine no llega al siglo y medio? La pantalla grande crea no solo el espectáculo más grande que la vida, sino que la amplía. Permite ver detalles que se nos escapan a simple vista; permite que nos abstraigamos de lo trágico cotidiano; permite que las emociones se potencien en compañía de otros desconocidos que, por extraña sincronía, sienten lo mismo que nosotros respecto de la mentira de la pantalla al mismo tiempo. Permite abrir una ventana a otro mundo, incluso al que está en este.
Así, probablemente, este sea el último "aniversario redondo" del cine en las condiciones en las que lo conocimos desde 1895. Podemos quedarnos con la idea de que fue el invento que cambió todo, que influyó en la forma de ver el mundo, aceleró las comunicaciones, creó los primeros eventos realmente globales, predijo nuestros aciertos y taras, y forjó -aunque no nos demos cuenta- la manera de ver el mundo del hombre contemporáneo. De los hombres, cuando todo era comunitario: el cine en el sillón de casa deja de lado esa democracia de la sala a oscuras, donde todo éramos diferentes y, al mismo tiempo, iguales.